¡Hola lectores y seguidores! Inicia el mes de junio y con ello viene una entrada dedicada a "La caja de la perversidad", novela que publico por el presente medio. Empezaré con un breve resumen de lo que ha acontecido hasta ahora:
El 14 de febrero, así es, día de San Valentín, Sebastián fue atacado por una vieja bruja. Ocho años han pasado desde el dramático suceso, en estos el joven ha vivido con su novia: Macarena. Sebastián introduce a Macarena con sus padres, pero la joven es muy mal recibida, debido, en su mayoría, por discriminación a su aspecto físico, pero Sebastián le ama sin importarle nada (es una persona de noble corazón :-o). Después de la cena de presentación, la madre de Sebastián muere en extrañas circunstancias, el padre le sigue con un infarto. Fin del resumen.
Hora de continuar con la historia. Bienvenidas y bienvenidos a lo que es el tercer capítulo, primera parte de: "La caja de la perversidad". Aclaración: Este capítulo inicia días antes de Sebastián ser atacado, es decir, en el pasado...
Capítulo III Parte 1
"Martes, 11 de febrero"
(Ocho años atrás)
—¡Sebastián!
¡Despabílate!
¿Inconsciente
se puede arribar a un sitio? Claro, todo se logra a través de la mente. El
joven de iris verdes tras anteojos cuadrangulares fue extraído abruptamente de
la profundidad de sus pensamientos, sin quien realizaba tal acto tuviese
conocimiento de lo impetuoso de su acción.
Sebastián
elevó la mirada, sentado sobre el asiento de una silla escritorio, poseía sus brazos
sobre la paleta de este. Observó a quién le llamaba, Ismael. El joven de
cabellos rubios poseía una playera verde en la que figuraba un oso panda,
pantalones de lona azul oscuro y sudadera gris. El amigo de Sebastián, con
playera roja, le sonrió al notar que había conseguido llamar su atención.
—¿Te
sucede algo Sebastián? —preguntó Ismael, de pie, en medio del escritorio de
Sebastián y el de al lado, el joven de tez morena sonreía.
Sebastián
volteo a ver al escritorio de enfrente, estaba vacío. Ismael se percató de la
acción de su amigo, por lo que se apresuró a tomar asiento en el pupitre
desocupado, apoyando sus manos en el respaldo, el joven de iris avellanados no
dejaba de ver a su amigo.
—¿Te
encuentras bien Sebastián?
Pronto
no fue más Ismael quien llamaba su atención, una voz masculina incentivó al muchacho
de iris verdes y gafas a dirigir su mirada hacia su izquierda, lugar del cual
provenía el llamado. Quien preguntaba era un joven de tez blanca, casi calvo
con residuos de cabellos negros azabaches y pantalón camuflado.
—Sí
Roberto —contestó Sebastián, proporcionó una sonrisa al segundo siguiente, en
un intento por evitar hostigamientos ganados sin ser deseados.
—¿No
estarás triste por tu ex novia? —preguntó Roberto, sin ocultar una tonalidad
burlona.
—No,
¿de qué hablas? Me siento muy bien —dijo Sebastián, su rostro aprisa se mostró
más entero, reubicado en la realidad vivida.
—No
molesten a Sebastián —intervino una joven de cabellos rojizos lacios, iris cafés,
tez blanca bronceada y vestido celeste, ocupaba el pupitre al lado de Ismael—.
Déjenlo en paz —la muchacha observaba también a Sebastián; él era el individuo
centro entre el resto.
—¿Pero
por qué lo defiendes Rocío? —preguntó Ismael, frunció el ceño y observó a la
pelirroja.
—¿Qué
te importa? —contestó Rocío, apretó los labios, sonriéndole con cierto fastidio
a Ismael.
—No
peleen muchachos —dijo Roberto, él y Sebastián rieron al observar a sus amigos
en lo que parecía ser el inicio de una discusión sin sentido.
—¡Hola
chicos!
Una
joven de rubios cabellos irrumpió al grupo, anunciando su llegada con un
general saludo. Sin proporcionar besos de cortesía a ninguno, tomó asiento frente
a Rocío, colocando su mochila amarilla a su izquierda. Volteo a ver al resto
del grupo, a su lado derecho un asiento vacío se hallaba.
—¿Cómo
están todos? —preguntó a la general.
—¡Hola
Azucena! —saludó Rocío con una sonrisa, estiró su torso y cuello para alcanzar
la mejilla de su amiga, proporcionándole un beso el cual fue correspondido.
—Qué gusto verte.
—Hola
Azucena —dijo Ismael.
—Hola
—dijo Roberto.
—Hola
—dijo Sebastián de último, mostró su palma derecha, saludando así corporalmente.
—¿Qué
cuentan? ¿Aún no ha venido el licenciado condorito? —preguntó, aludiendo a un
desconocido con particular apodo.
—Ya
lo conoces, la puntualidad no es de sus principales características —contestó
Ismael con una sonrisa.
—Es
cierto —rió Azucena después de reafirmar, al ser la que más lejos del grupo se
encontraba, debía contorsionar su cuerpo para conseguir observar a todos—. ¿Y
de qué conversaban? ¿De qué va el cotilleo?
—De
nada… bueno, en realidad de Sebastián —dijo Roberto, en su mirar se notaba
picardía, se llevó la palma derecha a los labios para esconder una sonrisa.
—Ah,
cierto, de cómo te he ganado enteramente —dijo Sebastián, arqueando la ceja
derecha hacia arriba y observando al muchacho casi calvo; de pronto la
expresión de Roberto tomó una nueva ruta, frunció el ceño, apretó los labios y
se cruzó de brazos, el comentario de su amigo era molesto.
—¡¿Y
cuándo se llevará a cabo la paga?! —preguntó Ismael con denotada emoción, Roció
bajó la mirada arrugando el ceño y Azucena observó a su amiga, la única otra
mujer del grupo.
—Hoy
mismo, en la noche, en cerditos cerveceros, ya está todo arreglado —dijo
Roberto, sin notarse más molesto, su resignación se traslucía en el rostro.
—¡Perfecto!
—dijo Ismael, chocó las palmas de sus manos—. ¿Compartirás cervezas Sebastián, no
serás egoísta?
—Claro
Ismael, ni dudarlo, en un día no podré consumir cien, al menos necesitaría
cuarenta y ocho horas —contestó Sebastián, sonriéndole a su amigo de tez
morena.
—Gracias
mano —dijo Ismael, extendió su palma, respondiendo Sebastián chocando la suya
contra la de su amigo; eran grandes camaradas.
—Nosotras
también estamos invitadas, por supuesto —sin preguntar, Roció afirmó lo que
sería la participación de las chicas en el grupo.
—Sí
Rocío, pues claro —confirmó Roberto.
El
quinteto era un exclusivo grupo de jóvenes universitarios. Aunque todos eran
diferentes, juntos conformaban una mezcla adecuada de personalidades, o al
menos, ellos lo creían en ese momento. La juventud es un sueño del cual se
despierta más rápido de lo que empieza, pero, en lugar de ser una ilusión de la
insaciable mente, es tan real, que las repercusiones de un errático actuar son
desastrosas por lo que de la vida reste. Ningún ser es consciente de ello
mientras su juventud vive, solo cuándo es muy tarde y la impotencia es lo único
que queda.
Cerditos
Cerveceros en aquel momento era el bar de moda en la zona 12, cerca de la
ciudad Universitaria. Estudiantes y no estudiantes de la magna casa de estudios
asistían al escondido lugar para bailar, alcoholizarse y drogarse; dependía de
las preferencias de cada visitante. Un local de 80 metros de largo y 50 metros
de ancho, triviales medidas que abarcaba. Las paredes que rodeaban su contorno
eran de cemento, pintadas de negro, grafiti de tres cerdos gordos y enanos
corrían en la búsqueda de alcanzar una botella de cerveza, atrás de la cual un
lobo se escondía. El arte del exterior sin duda mezclaba el nombre con la
finalidad del lugar.
Jóvenes,
e incluso, adolescentes, se mantenían en las afueras de Cerditos Cerveceros fumando
cigarrillos, debido a la Ley de Creación de los Ambientes Libres de Humo de
Tabaco, las autoridades del bar se comportaban de una manera estricta respecto
al tema, más en las afueras, el consumo de tabaco y otras sustancias, como la marihuana,
era totalmente permitido.
Diez
de la noche. Recostado sobre la pared exterior del bar, cerca de uno de los
cerditos dibujados, con una pierna doblado contra el muro y la otra estirada,
Sebastián, fumaba un cigarrillo. Frente a él se hallaba Ismael, quien de pie,
fumaba al igual que el primero.
La
mirada de Sebastián delataba la pérdida de su consciente en el abismo del
interior de sus pensamientos. Fumaba sin parar. Más pálido de lo normal, no
mostraba una actitud común a la masa de individuos interesados en disfrutar,
socializar y beber.
—¿Por
qué la cara larga? ¡Deberías estar feliz! —dijo Ismael, una amplia sonrisa cual
estampa en su rostro no se movía, a través de sus gestos buscaba transmitir los
mismos a su amigo para que el chico de anteojos sintiera la felicidad y emoción
del momento. El chico de tez morena tiró su cigarro ya consumido y lo aplastó
con la suela de hule de su zapato de tela.
—Estoy
bien —afirmó Sebastián, sonrió a su amigo, puede ser verdaderamente molesto cuando
dentro del ser humano existe lo que quiere ser secreto y alrededor se encuentran
quiénes se empeñen por convertirlo en público; como si les importase no más que
para parlotear. —Entremos ¿te parece?, hay muchas cervezas que pedir —la
sonrisa de Sebastián era tan real, o al menos eso aparentaba, que no daba lugar
a dudas de encontrarse en un estado de alegría, emoción y diversión. Tiró los
restos de su cigarrillo.
—¡Eso
mi Sebas!
Los dos
amigos, después de calmar sus ansias a través de los dañinos cigarrillos,
ingresaron al bar cerditos cerveceros. El guardián musculoso vestido de negro
no les puso tan siquiera un pero. Entraron por la puerta negra de metal que a
todos la bienvenida les daba.
Buenisimo!! Capitulo super interesante, clarificador y vivido sobre el pasado de Sebastian, como siempre una experiencia vivida leer tus capitulos, en la espera pronta del proximo capitulo! Hala! Saludos
ResponderBorrarGracias por tu apoyo. Un super abrazo =).
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