miércoles, 19 de marzo de 2014

La Caja de la Perversidad II parte 1

Capítulo II Parte 1

30 años

Despertó de un letargo. A su mirada verde le era difícil distinguir con claridad las figuras y contornos, continuamente parecía encontrarse tras vidrios empeñados por la lluvia. Acostado boca abajo, su cabeza girada al lado derecho, abrió la boca para desentumecerla, llevándose la mano del mismo lado a la sien. Desbarató un poco más su cabellera.

A pesar de su miopía, aquella piel morena clara de una larga espalda hasta el inicio de las caderas la reconocía claramente. Los cabellos abundantes y ondulados de color negro desprendían un olor a manzana que lo percibió con fascinación. Él era uno de los dos cuerpos desnudos entre las sábanas color verde menta sobre la cama de un tamaño matrimonial. Frotándose los párpados y pestañas con sus dedos pulgar e índice de la mano derecha, sonrió y desplazó su cuerpo hasta apretar su torso contra la espalda femenina, entrelazando la figura de mujer con sus brazos. Apretó con su mano derecha el pecho izquierdo desnudo de ella.

La joven abrió los ojos de iris café, elevando sus párpados, que, aunque bastante despierta, lucían caídos. Manchas blanquecinas abarcaban la totalidad de la frente, el párpado y la mejilla del área izquierda de su rostro, padecía de vitíligo. Con una sonrisa formada entre sus labios carnosos, ella se dio la media vuelta, topando su pecho contra el de él. Se abrazaban, acariciando sus espaldas, ocultando ella su rostro entre el torso y brazo de él.
—¿Acaso recuerdas, Sebastián, el trabajo innecesario de tu cerebro al dormir? —preguntó ella.
—Sí, justamente innecesario —contestó Sebastián, besando la cabeza de ella entre el cabello.
—¿Fue un sueño o una pesadilla? —realizó ella una pregunta más.
—Una terrible pesadilla… —colocó su barbilla sobre el cabello y cabeza de ella, sus iris y sus pupilas parecieron temblar al recuperar su memoria las escenas de aquella vieja mujer que le atacaba, todo un espanto—. Pero nada importante Macarena, nada importante… —Sebastián dejo de abrazarla para acariciar las mejillas de ella entre sus manos; le besó la frente.

Ella rió sosegadamente durante unos breves segundos.
—Eso me recuerda que debemos salir temprano, aún no he decidido que cocinar para tus padres…
—Qué más dan… —irrumpió Sebastián a Macarena, besándole la boca después, ella dejó de abrazarlo y con una sonrisa llevó sus brazos y manos a su pecho— ellos.
—Siento vergüenza y miedo, no solo vivo sin aportar nada para tu apartamento, también tú sabes lo mucho qué me cuesta interactuar con las personas —mientras Macarena hablaba, Sebastián bajó un poco más y le dio pequeños y breves besos al cuello de ella—, no quisiera quedar como una idiota frente a tus padres, parezco una fóbica, una enferma mental.
—Olvida esas tontas etiquetas… —Sebastián dobló sus rodillas, agachándose más para llegar a los brazos de Macarena, tomándolos de las muñecas de las manos para apartarlos de los pechos redondos y grandes de ella, les observó fijamente para delinear su contorno con su dedos—, tú eres perfecta tal cual.

Sin hablar más, Sebastián se sumergió en las perfectos y hermosos senos de Macarena, besándolos y mordiéndolos delicadamente, succionando uno a uno los pezones de ella entre sus labios. Lo platica dejó de tener relevancia alguna para ambos, más bien, para ella, el placer que él le ocasionada no podía describirlo con palabras, solo con sigilosos gemidos.

Las luces fluorescentes blancas asediaban cada pasillo del centro comercial cual un sol artificial. El pasillo número 8 distribuía todo tipo de frascos con condimentos salados, pequeñas bolsas con sazones, y cajas con recetas prefabricadas.

Sebastián vestía una playera completamente negra, pantalón de algodón color verde militar, zapatos negros con cordones, y sus tradicionales anteojos delante de sus ojos. Caminaba a la izquierda de Macarena llevando la carretilla de color gris con contorno celeste en el mango del supermercado. Ella vestía una blusa floreada ajustada de predominante color azul, una falda corta de color negro que mostraba sus rodillas, mallas como medias negras, y unos botines floreados siendo el color negro el predominante.
—¿Será lo más indicado algo típico, como pulique o pepián? —preguntaba Macarena observando la mercadería, Sebastián arqueaba la ceja izquierda y apretaba los labios, sin duda alguna no le complacía estar ahí— ¿o tal vez algo más exótico? ¿Tú qué piensas Sebastián? —Macarena volteo su cabeza para mirar hacia el muchacho, ella era una cabeza y media más pequeña que él.
—A mis papás cómprales un pastel, no apreciarán el esfuerzo físico que conlleva algo hecho en casa a algo que compraste en una… pastelería —Sebastián dijo con seriedad, desanimando a la joven.
—Que cruel eres —Macarena se detuvo agachando la mirada.
—Perdona Macarena —en una búsqueda por consolarla y remendar sus palabras desinteresadas, Sebastián besó la frente de ella y rodeo la espalda de la joven con su brazo derecho—.  Aparte que mis padres no me interesan mucho, no son personas… agradables, que aprecien los detalles —Sebastián dudo sobre la manera más adecuada de explicar a la joven de cabellos ondulados su respuesta.
—Sin embargo, quiero hacerlo a mi manera, ¿crees que con hacer un pastel baste? —preguntó la muchacha, continuando el caminar; Sebastián la soltó para seguir haciendo andar la carretilla.
—Posiblemente —el muchacho se rascó la cabeza con los dedos de su mano derecha, sus pupilas se dirigieron a la derecha, frunció el ceño y mordió el labio inferior con sus dientes superiores, lució preocupado.

Salieron del pasillo para girar a su izquierda. Personas y mercaderías llenaban el lugar hasta parecer un hormiguero en pleno trabajo.
—Aunque me cueste, tengo que ser capaz ­—decía ella.
—No va a costarte, son solo dos señores más —le dijo él.
—Me da un poco de miedo, bueno, bastante, no agradarles —dijo ella.

Doblaron al cuarto pasillo, en este, variedad de marcas especializadas en harinas, dulces, azúcares y cajas con prefabricados pasteles les aguardaban. En esta ocasión él caminó al lado derecho de ella.
—¿De qué hablas? Con ese rostro es imposible.

Sebastián continuo el andar pero Macarena se detuvo. En menos de un segundo él se percató, deteniéndose también y volteando medio cuerpo para verla. Elevó los párpados y las cejas, Sebastián se sorprendió. La vio con los párpados superiores bastante caídos, de sus ojos emergían lágrimas y los labios apretados y estirados parecían temblar. Dejó la carretilla suelta, el joven caminó hacia la muchacha. Entre sus manos tomó el rostro de Macarena, recostándose ella en el estante con mercadería a su izquierda.
­—¿Qué sucede Maca? ¿Dije algo malo? —preguntó él, ella contuvo las lágrimas.
—Sabes bien de lo acomplejada que me siento debido a mi rostro —dijo ella con la voz entrecortada.
—Soy un idiota… —cerrando sus ojos con el ceño fruncido Sebastián llevó su mano izquierda a su cabellera—. Perdóname… —las manos del muchacho se posicionaron en los hombros de ella—, sé que hemos estado juntos por… —calló por breves segundos, sus pupilas se dirigieron a su derecha, parecía que su cerebro intentaba hacer un recuento de los datos.
—8 años —dijo ella con serenidad.
—8 años y aún así puedo hacer comentarios tan imbéciles ¿podrías perdonarme? Es solo que para mí, tu rostro es perfecto tal cual es…
—Gracias Sebastián… —Macarena observó hacia sus zapatos, en su rostro poca huella quedaba de las lágrimas derramadas, él sonrió mirándola hacia el rostro a la vez que le tocaba la mejilla izquierda con la mano derecha. —Soy una sensible.
—No, eres perfecta.

Sin dejar que hablase más, Sebastián se agachó para tocar los labios de Macarena con los suyos, milisegundo después entre sus dientes apretó suavemente el labio superior de ella.
—¡Sebastián Villegas!

La alta pronunciación de su nombre por una voz masculina irrumpió el beso con Macarena. Se separó de ella para observar a su derecha, lugar de donde provenía la voz. Observó a su amigo, Ismael, vestía pantalón de lino caqui y una camisa blanca de mangas largas. Se sonrieron, el joven de cabellos negros y tez morena caminó al lado de la carretilla abandonada de Sebastián, alcanzando a la pareja y deteniéndose al lado del joven de rubia cabellera y tez blanca porcelana.
—Ismael Cabezas —Sebastián y el joven se saludaron chocando sus palmas para después apretarlas con rapidez, el recién llegado también le dio un beso en la mejilla a Macarena quien agachó la mirada, sonreía forzadamente, parecía sentirse avergonzada.
—Que bueno verte aquí mano, hace rato que ya ni señas —dijo Ismael sonriéndole a su amigo.
—Sí, es bueno verte —Sebastián correspondía la sonrisa del muchacho.
—¿Y en qué estás ahora? ¿Sigues en el club de literatura grecolatina?
—No, me quitaba mucho tiempo, en realidad, estoy más concentrado en corregir textos ¿y tú? —Sebastián rió un poco después de contestar, en realidad, Ismael le hacía sentir un poco incómodo a él también.
—Yo ahora soy director del colegio latinoamericano y siempre muy concentrado en mis poemas, claro.
—¡¿Felicitaciones?! —con una sonrisa y las cejas un poco más juntas en el medio, no supo Sebastián si felicitar o no a su amigo, sin embargo él sin prestar atención a la expresión gestual, solo tomó en cuentas las palabras. Macarena observaba hacia abajo, se sentía más incómoda.
—¿Lograste que publicaran tus cuentos?
—En realidad… —Sebastián suspiró, era el típico encuentro con preguntas y respuestas incómodas— creo que lo mío es más leer que escribir, hice como tres, no los diez que tenía planeados, muy rápido la inspiración se esfumó; pero si es de admirar Macarena quien pronto terminará su primera novela y segundo libro —Sebastián con orgullo rodeo a Macarena con su brazo izquierdo, aproximándola a él.
—¡Ah! —Ismael con una sonrisa observó a la muchacha quien finalmente le vio a los ojos—. Pues felicitaciones Macarena, ¿cuál fue el primero?
—Fue un cuento infantil —contestó ella, a lo que rió Ismael.
—Lo que el novio no pudo hacer —dijo con ironía.
­—"Idiota, torturador de humanos, consecuente de descomposición infantil, la única que puede aguantarte es tu madre porque te parió" —pensó Sebastián, elevando su brazo derecho a la altura del hombro para mostrar el dedo derecho y ocultar el resto empuñándola, rió también.
—Bromas Sebastián, espero no te lo tomes en serio —riendo menos, Ismael palpó el antebrazo derecho del joven con anteojos.
—Lo sé, lo sé Ismael —Sebastián sonrió apretando los labios.
—A propósito, es bueno encontrarte, estamos organizado una reunión entre amigos para el jueves que viene…
—¿Amigos?
—Sí, Roberto, Azucena, y Rocío, nos preguntábamos por tu teléfono, él número que teníamos todos era el mismo e incorrecto —con duda observaba Ismael al muchacho, Macarena al oír vio hacia Sebastián quien entonó un "aaaa".
—Pues, podrá ser, sí, tal vez sea —contestó el muchacho rubio.
—Mano, ahhh, no nos vayas a quedar mal —con el gesto sonriente el tono de Ismael transmitía suplica. —A las ocho de la noche, en "cerditos cerveceros", por zona doce…
—Sí, recuerdo —interrumpió Sebastián no permitiendo dar más descripción de Ismael.
—Bueno, entonces chicos, los dejó hacer su compra, te espero —le dio la mano a Sebastián como un gesto para despedirse, quien le correspondió—, más bien le dio un beso en la mejilla a Macarena, quien, sin verlo, solo se estiró para alcanzarle—, los espero, nos vemos.

Ismael se alejó del pasillo número cuatro, Sebastián y Macarena le observaron partir, segundos después se vieron a los ojos, él suspiró, ella mantuvo serenidad. Caminaron hacia la caretilla, él la tomo entre sus manos, continuarían con la faena.
­—¿Deberíamos ir? —le preguntó ella a él.
—No lo sé Maca, habrá que pensarlo… sinceramente no lo sé.

6 comentarios:

  1. Hola soy compañera del club de las escritoras, es un placer visitarte, no suelo leer novelas en blogs más por mi vista que por las ganas, pero por aquí me tendrás!!

    Besos!!

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    1. Muchas gracias Raquel, el placer es mío. Un saludo y abrazo.

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  2. Hola María Virginia: Me llamo Silvia y vengo del Club de las Escritoras donde soy una visitante asidua!!!! Me ha gustado mucho tu historia por lo que veré si la voy leyendo a medida que la subas =)
    Besitos >-<

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  3. ¡Hola! Soy una compañera del club de las escritoras y simplemente estaba curioseando un poco tu historia. Te felicito, tienes una forma de escribir que me ha dejado muy admirada, ¡totalmente intachable!
    Seguiré visitándote, ¡un saludo!

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    1. ¡Hola Virginia! Qué gusto tocaya, espero te interesa la trama de la novela y continues con la parte dos del capítulo segundo. Muchísimas gracias por dedicar de tu tiempo a éste escrito. Un fuere abrazo. Por acá te espero =).

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